Mercados aleatorios o la insoportable levedad del ser.

En 1984, Milan Kundera, escritor checo, publicó “La insoportable levedad del ser”, una novela que va más allá de la filosofía, la psicología y la crítica al comunismo. Hace tiempo que leí esta obra maestra siguiendo el consejo de un amigo. Me llamó la atención lo bien que refleja cómo la vida está llena de casualidades, pequeños detalles, que hacen que nuestro devenir se oriente hacia una dirección, con unos lugares, unas personas… pero, otros acontecimientos mínimos podrían haber hecho que todo fuera de otra manera totalmente distinta. Kundera muestra que la vida es frágil e incierta, “la insoportable levedad del ser”, a través de Tomás, Sabina, Teresa… casualidad, más que causalidad.

En Bolsa, esto mismo, lo llamamos la “hipótesis del mercado eficiente”. Esta teoría dice que el precio de las cotizaciones refleja de manera eficiente la información referente a las variables que influyen en el mercado de valores, de tal manera que su precio no está ni sobrevalorado ni infravalorado. Consecuencia: la curva de precios la dibuja el azar en mayor o menor medida (ya hemos hablado en otra ocasión sobre los grados de eficiencia) como consecuencia del comportamiento imprevisible de las reacciones irracionales de los inversores ante el devenir de acontecimientos impredecibles.

La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera

Los científicos, llegado este punto, con cierta actitud paternalista sentencian: el mercado bursátil es un sistema dinámico y, como en todo sistema dinámico, los componentes se retroalimentan, se influyen unos a otros, por lo que el resultado final es matemáticamente impredecible. Detrás de su tono de sabelotodos, ellos mismos descubrieron este fenómeno por casualidad (1-0, goleada).

En 1960, Edward Lorenz, matemático y meteorólogo estadounidense del Instituto de Tecnología de Massachusetts, diseñó un modelo virtual por ordenador que recreaba la evolución del tiempo atmosférico (hoy 23 de mayo cumpliría 95 años). Él introducía unos datos de entrada y obtenía unos datos de salida a la semana siguiente, por ejemplo. Un día tonto, decidió introducir los datos a mitad de la secuencia de la simulación, por ejemplo, a mitad de semana el viento soplaría a 27, 839 km por hora (que era lo que señalaba la simulación para ese día, con la salvedad de que en la simulación original la velocidad del viento era un pelín más precisa: 27,839264…, minucias). En teoría los resultados del ordenador deberían ser similares al final de la semana. Pues no, se desviaban bastante, y según se proyectaba más la simulación en el futuro no tenían nada que ver un resultado con el otro. Los pequeños detalles influyen mucho. A este capricho de los acontecimientos le llamaron “el efecto mariposa” (como el grupo de pop malagueño de Susana Alva) y explica por qué una mariposa que vuela en Brasil puede ser el desencadenante de un tornado en Texas o que si yo entro largo con un minifuturo del SP cause el caos en la Bolsa de Nueva York (vaya chulería).

En psicología hemos progresado mucho en este aspecto. Originariamente, nuestro estandarte era la causalidad (no casualidad) lineal, el método científico, que nos daba estatus y nos diferenciaba de la filosofía y del chamanismo. Pero con el tiempo nos hemos tenido que rendir ante las evidencias de la física cuántica, la teoría de sistemas, la cibernética de segundo orden… donde el observador influye en lo observado, no es neutral.  Psicología y Bolsa se complementan, no es casualidad.

 

La vida es apasionante, descubre tu suerte.

Lucas MacHouse

(www.psicologiadelabolsa.com)

Publicado por

Lucas Machouse

Soy Lucas MacHouse, psicólogo y un estudioso de la Bolsa. Ambas facetas me apasionan. Y aunque a primera vista puedan parecer irreconciliables las emociones, lo subjetivo, lo profundo… de la persona con la frialdad, lo superficial, lo cuantificable de los números y el dinero, la conexión entre ellas es amplia y rica.

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